Carta Abierta al Deportista Maderense de un apasionado treintañero.

El problema de la misericordia en el mundo del deporte.

Los que me conocen en persona de hace más de 10 años, probablemente les habrá tocado rosarse con (no sé si sea problema psicológico mío) la pasión que generan ciertos deportes en mí. Para practicarlo el voleibol, principalmente. Siempre me he considerado recio ante la derrota, no porque no me guste perder propiamente... porque me gusta empujar el límite. Dentro de la cancha usted y yo tendríamos las mismas posibilidades, la diferencia del triunfo se daría en ver quién está dispuesto a dar ese extra. Es por eso que cada punto se desvive en pasión, cada punto se juega como si fuera el último.

Esto la gente no lo entiende, debo aceptar que mi casa es el lugar donde juego más incómodo desde que terminé "mi carrera" (por llamar de alguna forma al periodo cuando ganar significaba el derecho de ir a alguna parte, cuando significaba algo para todos). Aunque la pasión sigue, aquellos que nunca han entendido esto les parece exagerado y aluden a la misericordia como medio de juego, de aquí el título de este escrito. Hay un problema con esto del pobresito, la misericordia nos coloca automáticamente y de manera predeterminada en una posición de superioridad que en lo personal nunca he querido (y que honestamente no creo tener). Si yo soy el rival de menos fuerza celebro el respeto que tiene alguien de jugarme con todas sus fuerzas, de ganarme en la cancha con todo su esfuerzo. Odio la disputa de los juegos por medios injustos, donde la determinación del resultado obedece a favores políticos. Esta es mi declaración de gusto ante la igualdad de condiciones que indico inicialmente.


El error del deporte local, y probablemente de un poquito más allá de nuestra localidad, es que no hemos comprendido el respeto por el adversario que conlleva un enfrentamiento deportivo. El juego sucio nace de la filosofía de aceptar como válido el aceptar un acarreo "porque está aprendiendo" pero contarlo en aquel que sabe, nace en la idea de que el débil tiene derecho de poner en riesgo la integridad del fuerte sólo por ser el débil. Nos bloquea nuestra incomprensión ante el respeto por las capacidades ajenas al jugar al 100%, no hay rival débil, para empezar. Y la asignación de una escala de ponderación de debilidades vs. fortalezas queda en la parcialidad de un árbitro o de un comité (cosa que se aleja tremendamente de lo que es el deporte).

Tengo que aceptar que una de mis razones de escribir esto son los conflictos que he visto que se han desarrollado en el torneo municipal, y no en estos últimos, en los de siempre. Hay una corriente que ha ganado adeptos, lo cual no la hace correcta o incorrecta; tal corriente señala que hay que darle chance a los que van a aprendiendo y castiga al aprovechado... pero cuando ellos ya no son los pobresitos se bifurca en la idea del ahora queremos igualdad y justicia (y que mal que nos ganen por reclamos al árbitro). Nace en la idea de que todos mis jugadores deben de rematar lo mismo (aunque haya quienes vayan con más ganas por el balón), nace de la idea de que aquel que no va a entrenar tiene derecho de reclamar un lugar en el partido por encima de los que se comprometen con su equipo. Nace en la falta de respeto, para ser directo.

Hay un argumento de aludir a la espectacularidad de los juegos como justificación de la adecuación de reglas en pro de la estandarización de oportunidades en un juego (pa' que traiga chiste él no puede rematar, casi decimos), el conflicto con este argumento (y que ha dado origen a la implementación de torneos de categoría mixta) es la parcialidad en la selección de las reglas nuevas, ya que los convenios obedecen a los intereses de la mayoría de los equipos y no a la espectacularidad de los encuentros que defendían en un principio ¿No será más espectacular observar cómo alguien se eleva por encima del promedio para sofocar el esfuerzo del fuerte, en vez de amarrarle una mano a la espalda al fuerte para que gane al débil? El chiste es subir el nivel de los débiles... ¿Qué no?

Cómo punto a esto quiero dejar clara mi intención de por qué lo escribo, es un exorto, es un llamado a la imparcialidad POR TODAS Y CADA UNA DE SUS FORMAS. A que si nuestra intención es venir a ganar se haga respetando el esfuerzo ajeno. Tengo que admitir que ME CAGA que me digan: "juegale tranquilito porque estamos chiquitos", me caga porque sería como cuando en un ambiente misógino se juega contra mujeres (que se consideran desde un inicio más débiles)... desde ese momento un hombre tiene perdido ese juego ya que si gana "aprovechado" "métete con uno de tu tamaño" y si pierde "maleta, le ganó una mujer" ¿No es esto la misoginia desde un inicio al considerar a la mujer con misericordia? Es lo mismo con los equipos débiles, yo más que nadie respeto la capacidad que tienen de ganarme... háganlo ustedes también.

Pero el exorto no es solamente para ellos, el exorto es para aquellos que ya traen un equipo competitivo también (y que siempre lo han traído), y que quiero señalar su pinche hipocresía de no jugar con todo dentro de la cancha y seguir utilizando medios externos y llamadas a favores políticos para ganar, pero cuando se les juega con la misma moneda aluden a "es que no saben perder". Es a señalar su pinche hipocresía de haberse hecho pasar por los débiles en su tiempo y hablar a las espaldas de todo mundo, ya que yo mismo fuí testigo de esos ataques a la imparcialidad de un torneo por x o por y persona y que ahora sonrién y saludan tan hipócritamente como un político de 4ta. A ellos los exhibo aquí que se meten con mi persona al gritarme en el juego pero exigir una falta técnica en mi contra cuando los miro a los ojos al momento que me toca gritar a mí (y que acepto que lo hago con la misma falta de respeto que se hace en mi contra). Mi casa, Madera, es donde tengo que aceptar la hipocrecía de los que gritan en contra de uno en el juego creyendo que esto es tan impersonal como gritarle a un beisbolero (que incluso ahí se abandona el respeto a la persona que está detrás del rol de deportista) y querer seguir saludándolo como si uno se quitara la playera y fuera otra persona.

No quiero vivir de mis glorias pasadas, así que juego cada vez con la toda la intensidad de siempre, el cuerpo no es ya el mismo pero no pido misericordia por ello. Lo que pido es que de la misma manera que no vivo yo a través de mi historia, se me juegue sin considerarla.

Por un voleibol limpio, por el voleibol que nos vuelva a poner en el radar estatal o más allá, por un voleibol que nos haga crecer y que nos vuelva a enseñar esto que creo que hemos perdido. Aprovechando el gesto, a los que eran los fuertes cuando yo estaba aprendiendo... cabrones me quito el sombrero por todo lo que fueron conmigo, por su garra, por lo que me enseñaron. GRACIAS. Y a quienes les he dicho en persona se los rectifico en público, jugar con ustedes es un orgullo y un pinche gusto.

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